sábado, 8 de noviembre de 2014

Otra vuelta de tuerca



Tengo mucho que hacer y poco tiempo de entrar aquí. Pero es que estoy un poco cansada de abrir esta ventana y encontrarme, un día sí y otro también, vídeos espeluznantes sobre el terrible destino de Españistán si un día de noviembre, los santos del cielo no lo permitan, llegase al sillón presidencial ese chaval de la coleta. Harta, sí. Porque conforme yo lo veo, quienes los editan -los vídeos- y también los santos podrían ocupar su precioso tiempo en analizar la situación que tienen ante las narices: en la tele y entre sus propios familiares, seguramente. Para oráculos y agoreros ya están el horóscopo y la literatura medieval.

Si en vez de ocuparse de publicitar ciertas intervenciones del señor Iglesias en televisión para propiciar el miedo, los que aplauden y mantienen en el poder a ladrones y caraduras se tomaran la molestia de pedir disculpas y largarse con ellos, quizá me tomase  yo la de prestarles atención . Así, desde luego, cuanto más se empeñen en asustarme, más ganas me dan a mí de hacerme bolivariana, por más que ni me gusten ni me hayan gustado nunca el gobierno venezolano ni el "Aló, presidente" del señor Chávez. Por cierto, cuánto me alegra que la derechona más rancia se ocupe ahora con tanto cariño de una América Latina a la que nunca había prestado la menor atención. ¿No os resulta, como poco, llamativo? De un discurso ideológico pueden extraerse conclusiones y actuar en consecuencia; de fragmentos de discurso descontextualizados y vueltos a contextualizar solo extraigo unas ganas cada vez mayores de apoyar a quien también a mí me causa ciertas reservas. Pero ¿miedo? El que provocaba en mis mayores Felipe González, un poco más delgado, iconoclasta y electrizante en los ochenta; miradlo ahora, cada vez más rechoncho y "electrizado". Por ese camino ya no seducen a casi nadie, porque las circunstancias de América Latina no son las de España, ni su entorno es el mismo, ni siquiera su idiosincrasia. Así que, por favor, que se busquen otra estrategia; esta ya aburre y produce el efecto contrario al deseado: que cada día más gente, como dice Matías, le dé otra vuelta al de la Tuerka.