sábado, 5 de octubre de 2013

Lección de gramática I


He confirmado hace poco una sospecha que venía rondándome: la palabra "amigo" tiene tres vocales, dos consonantes, un lexema, flexión de género y número; es trisílaba, llana, simple, primitiva y voz patrimonial, sí. Pero a lo largo de la vida son muchas las ocasiones en que carece de significado, y entonces es solo un morfema, un recipiente vacío, como un cuenco que nunca termina de llenarse por más que volquemos sobre él todas nuestras expectativas, todas nuestras mejores intenciones. No deberíamos sentirnos decepcionados; la desilusión nos agota más a los que la sentimos que a quienes la provocan, aunque tal vez les somos tan indiferentes, en el fondo, que ni siquiera está en su ánimo perjudicarnos.

También he confirmado que la intuición no me suele fallar. Me pueden engañar en el precio de la fruta; me puedo confundir de calle, o de acera, o de puerta, con asombrosa facilidad; puedo olvidar una fecha, mil fechas, perder la memoria -todas las memorias, tengan las gigas que tengan-, sin embargo, y para mi desgracia, muy poquitas veces se me escapan los verdaderos sentimientos de la gente hacia mí. Quizá sea un estigma zodiacal (aseguran los astrólogos que escorpión es signo de gentes leales con sus amigos y que no toleran la mentira y las traiciones); el caso es que he querido mucho a algunas personas para las que solo habré sido un circunstancial de lugar, de tiempo o, puestos a flagelarnos, de modo. 

Qué sabia es la gramática.



lunes, 22 de julio de 2013

¿Qué hago yo aquí?

Si fuera una ciudadana ejemplar, de las que levantan un país, debería estar gritando algo en la Puerta del Sol, o encadenada a una verja institucional, o atizando golpes al mobiliario urbano -servidora pública en flagrante oxímoron- o en alerta máxima por si algún compadre se asoma al balcón a darnos la explicación que nos debe. Sin embargo, Pepe Isbert no hubo más que uno, por desgracia, y los hombres del tiempo han puesto ahí fuera una ola de calor, esto es, sigue el verano, que baja la tensión arterial y la ciudadana; además, aunque necesito confesión, las iglesias me gustan románicas, y aquí no hay. Así que he pensado que me voy a hacer un blog, que, descontando la conexión a Internet, me sale gratis. Obviamente, se estarán preguntando las dos o tres personas que hayan caído en él por casualidad a santo de qué el nombrecito. O no, pero se lo cuento igual. A ver, si no, de qué puedo yo escribir un domingo juliano para probar si me ha quedado mona la plantilla de blogger.

En mi pueblo, ruin, como todos los manchegos, cuando uno hace las cosas sin mucho empeño las hace "de gana ganeta", así como "de mala gana", porque no le queda otro remedio. Y, cosas de la gramática, tanguera como ella sola, que le bailan dos letras y se le altera el producto, si las hace por "gana de ganeta" es por el puro placer de fastidiar: "Lo tuyo también son ganas de ganeta", responde el prójimo en esos lances. Ahora busquen "ganeta" en el diccionario de la RAE: la entrada los conduce a otra que, miren por dónde -por la autovía de Levante si salen de Madrid, que es lo que hace ahora todo el mundo- les lleva de cabeza a mi pueblo. Y con esto me ha salido una estructura encuadrada preciosa, no me digan que no.