CLASIFICADOS
Busco, a
ratos, en anuncios, casa nueva
con todos los
tejados exentos de la lluvia.
Espacios luminosos,
de muros
blancos, fuertes y tranquilos,
y un
vestíbulo de tiempo alicatado
donde hacer
esperar a mis fantasmas,
todos esos
que escudriñan los cajones.
Quizá tenga
el salón algunas láminas
de mujeres estridentes
y voraces,
de colores
vivos y horizontes firmes,
con Gauguin
habitándoles los ojos.
Y no habrá cerraduras,
ni artificios,
ni rincones
donde anidan comúnmente
los brotes
de nostalgia,
ni carpetas
azules con porciones fantásticas de islas.
Es la casa
perfecta,
el lugar
favorito del aire templado.
Cuando menos se lo espere la memoria,
llegarán a
la alcoba las manchas del agua
y habrá que
levantar los suelos sin remedio.
Saldrán
grietas sospechosas en las vigas,
y en una
marea baldía de lámparas,
desbancadas
por la luna de los patios,
tendré que
cenar con niebla en los cubiertos.
Y habrá un
despropósito en todas las góndolas,
mientras
siga buscando en los baúles
los despojos
de mi hogar antiguo:
Las cosas
que no dije en voz alta cuando pude,
la huella
liviana de un paso de baile,
el pelo de
mi madre haciéndome las trenzas,
el aroma silencioso del pan entre la gente,
las canciones
marchitas,
los portales
desnudos, con serrín en los zapatos.
Mis duendes, mis jirones y mis pétalos,
las pavesas
del dolor, el abrazo infinito
de esas
voces cimbreantes y pequeñas,
un otoño florecido
de cerezas inauditas,
los andenes
cuajados de agujas puntuales,
todos esos
barcos con los ojos secos,
la entereza
incuestionable de la escarcha
o los
dientes henchidos con la arena carnosa
de un minuto
feliz.
En los
ángulos certeros de los viernes,
enhebro las
cuentas de un rezo que redima
la estúpida
idea de abandonar mi casa,
esta
soberbia de borrarme impunemente
de los pocos
versos donde hallé refugio.
De “La cara de nada de Greta Garbo”, poemario inédito
No hay comentarios:
Publicar un comentario